El clima es uno de los principales factores condicionantes de la distribución de la vegetación. No existen valores precisos de precipitación y temperatura anuales de la Reserva, pero se estima que la precipitación media anual aproximada se encontraría entre los 700 y los 900 mm y la temperatura media anual entre 10 y 12ºC, dándose un período de sequía en verano. Estos datos corresponderían con la presencia de un clima templado con verano seco y templado según la clasificación climática de Köppen. A nivel biogeográfico corresponde a una zona de transición entre la región atlántica y la mediterránea, de manera que compartan territorio especies de ambas regiones.
Los materiales que aparecen en este territorio, litológicamente hablando, son cuarcitas, pizarras y areniscas, lo que va a condicionar el desarrollo de una vegetación silicícola en toda la Reserva. La presencia de un gran gradiente altitudinal en poca superficie, dándose pendientes superiores al 45%, conforma estrechos valles que van a dar lugar a diversas condiciones de insolación y por tanto de temperatura y humedad. Se puede observar en la vertiente sur el matorral dominante formado por la escoba (Cytisus sp.), mientras que en la umbría o en las zonas elevadas de la solana domina el brezo (Erica sp.). Además, los fondos de valle disfrutan de suelos más profundos que favorecerán el asentamiento de bosques mixtos a diferencia de los someros suelos de las crestas montanas y que carecen de especies arbóreas.
Vista de la Reserva desde el Picueto
Según las divisiones fitogeográficas propuestas por Rivas-Martínez et al., (1987) la Reserva se encuentra dentro de la región Mediterránea, cuyos pisos bioclimáticos comprende el supramediterráneo, compuesto por la serie de los melojares; y en la zona más elevada del pico Becerril, el oromediterráneo, con la serie de los enebrales rastreros.
Los usos tradicionales que ha hecho el hombre, de estos montes a lo largo de la historia, han dejado huella en el paisaje que tenemos en la actualidad. Los valles de Compludo han sido zonas intervenidas debido a la intensa tala del arbolado para proporcionar leña y carbón vegetal a la herrería de Compludo, además de calentar y construir los hogares de sus vecinos. La agricultura y la ganadería de subsistencia trajo consigo la roturación, y aterrazamiento en algunos casos, de las laderas de la solana para su puesta en cultivo y la apertura de pastos en la zonas más frescas. El abandono posterior de estos pueblos al encontrar mejores condiciones de vida en la ciudad conllevó el cese de estos usos lo que podía permitir la recuperación de la vegetación natural de estos valles. Pero, los incendios forestales provocados, en su mayor parte por la acción humana, han campeado de forma indiscriminada por estos montes alcanzando incluso las casas del pueblo de Palacios. Las labores de mejora de hábitats y de vigilancia anti-incendios por parte de miembros de la Asociación en la Reserva están favoreciendo la recuperación de la vegetación autóctona con el fin de conseguir el importante establecimiento de bosques protectores en estas zonas de topografía accidentada y cabeceras de cuencas hidrográficas. Al mismo tiempo que se pone especial interés en la preservación de hábitats susceptibles de desaparecer como son los pastizales, convirtiéndose todo ello en un espacio para la conservación de los hábitats naturales y de la diversidad biológica.
Imágenes del pueblo de Palacios de Compludo en 1965 y 2006
Esta transformación paulatina en la cobertura vegetal de estos valles, indudablemente ha influido en el establecimiento o uso de un tipo de fauna u otro. Así, años atrás, había un predominio de especies asociadas a espacios abiertos, y con la evolución natural de estos montes se ha dado paso a una mayor presencia de especies forestales. El mantenimiento de los pastizales y la siembra de cereales en pequeñas parcelas, llevadas a cabo por TYTO ALBA, a través de sus proyectos de conservación, son actuaciones encaminadas a conservar estos hábitats para posibilitar la presencia de especies en regresión en estos valles. Otra medida realizada como es la reforestación con árboles frutales silvestres, bastante frecuentes en antaño pero que se habían visto fuertemente diezmados por los incendios, proporciona un gran recurso alimenticio para las especies invernantes y para aquellas que van a iniciar su migración.
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